La imagen de los parapentistas que ya vuelan desde el Pico Muelas, en la localidad de Mata de Ribera, es escalofriante. La montaña parece inmensa y la altura, vertiginosa. Los miembros del Club de Vuelo Libre de León esperan en la falda de la montaña para trasladar todos los equipos a la zona de despegue. Montados en un todoterreno polvoroso, se inicia una travesía de media hora hasta alcanzar los 1.500 metros del área indicada para despegar.
«Las condiciones de hoy son ideales para hacer este tipo de vuelo», explica el experto en parapente biplaza, Paulo Sousa. Él es uno de los pilotos comerciales que acompaña a quien quiera atreverse en un vuelo de altura. Un recorrido de media hora a su cargo cuesta, en total, 60 euros e incluye fotografías y vídeo de la experiencia. Una vez llegados a la cima, cuando se alcanza el sitio de despegue, las vistas dejan sin aire. Es naturaleza en su máxima expresión, apenas hay ruido, la paz sólo se ve perturbada por la descarga y el despliegue de las herramientas de vuelo. Las mochilas se abren y dejan ver las sillas y enormes velas, sostenidas por cuerdas tan delgadas que pueden hacer dudar al inexperto.
«Para el club la seguridad es lo primero y tenemos un equipo especialmente seleccionado para garantizar un vuelo seguro», explica José Luis Galdán Luque, uno de los veteranos en vuelo del club. Las normas de seguridad incluyen airbag, paracaídas de emergencia, casco y enganches entre las sillas.
La actitud mental antes de emprender el vuelo es crucial, porque los nervios e inseguridades sólo pueden provocar desastres. Luque advierte de que «lo más importante a la hora de volar es estar seguro y ser capaz de disfrutar de un silencio, del aire, el sol y el paisaje, confiar en ti mismo y en tu monitor.»
El único inconveniente a la hora de practicar parapente es esperar a que las condiciones sean ideales para despegar, lo que puede llevar una buena media hora. Sin embargo, la ansiedad que se acumula en este tiempo da paso a una poderosa adrenalina. No hay tiempo para pensar, y menos para temer, mientras se corre cuesta abajo para saltar al vacío. Ese momento dura unos pocos segundos, pero la sensación que se produce es lo más poderoso de toda la experiencia. El aire se retiene en los pulmones, el cuerpo entero se tensa para alcanzar los 2.000 metros de altitud y ser capaz de contemplar el espectáculo natural desde la mejor butaca que se puede encontrar. Durante toda la travesía, los monitores comprueban las condiciones de vuelo a través de walkie-talkie para verificar las condiciones del vuelo.
Finalmente, en el aterrizaje es importante caer de pie, y no sentarse, para evitar posibles accidentes. Es un momento suave, sin complicaciones, pero implica también el fin de una experiencia única e irrepetible.
FRANCISCA BRAVO
leonalsol@diariodeleon.es
Your point of view caught my eye and was very interesting. Thanks. I have a question for you.
¡Vaya reportaje mas guapo! gracias por hacer este deporte mas conocido para el público en general, yo como siempre me lo perdí, al final en Asturias mal tiempo, viento bien encarado pero a 40-45 km/h les costaba avanzar hasta a las gaviotas, en fin una pena…
Espero que os haya gustado a todos, gracias por compartir esta experiencia con nosotros!
que bueno! sois unos pros!!